El asesinato de Gabriela Nicole y la crisis de valores en nuestra juventud

Una reflexión provocada por el asesinato de Gabriela Nicole Pratts, que nos invita a mirar más allá del hecho y cuestionarnos qué está ocurriendo con los valores, la empatía y la formación emocional de nuestra juventud. Un llamado a la sociedad —y a los adultos— a reconstruir lo que estamos perdiendo.

OPINIONES INCÓMODAS

Karaya

8/17/20253 min read

Introducción al caso de Gabriela Nicole Pratt

El pasado 11 de agosto, Puerto Rico se estremeció ante la noticia del asesinato de Gabriela Nicole Pratts Rosario, una adolescente de tan solo 16 años. Este trágico suceso se convirtió rápidamente en tema de debate público, no solo por la brutalidad del acto, sino porque refleja una realidad mucho más profunda: la violencia que enfrentan nuestras jóvenes y la fragilidad de los sistemas que deberían protegerlas.

Gabriela no es simplemente otra víctima más. Su historia es parte de una dolorosa estadística que evidencia cuán normalizada se ha vuelto la violencia, incluso en edades cada vez más tempranas. La atención que generó este caso ha expuesto la necesidad urgente de volver a mirar nuestros valores como sociedad, replantear lo que estamos enseñando (o dejando de enseñar) a nuestros niños y adolescentes, y preguntarnos qué tan preparados estamos para enfrentar una realidad donde un grupo de jóvenes considera el asesinato como una opción.

El valor de la empatía en la juventud

La empatía –la capacidad de ponerse en el lugar del otro– ocupa un lugar central en la formación emocional. Cuando está presente, promueve relaciones saludables, respeto y convivencia. Cuando está ausente, abre la puerta a la indiferencia, la agresión y la deshumanización.

Estudios en psicología infantil han demostrado que los niños que desarrollan empatía desde temprana edad son menos propensos a comportamientos violentos en la adolescencia. De lo contrario, crece una generación incapaz de reconocer el sufrimiento ajeno, como tristemente quedó evidenciado en el caso de Gabriela.

Valores familiares y su impacto

Los valores se aprenden principalmente en el hogar.
La falta de comunicación, afecto o acompañamiento emocional en la niñez deja a muchos jóvenes expuestos a la presión externa, influencias tóxicas o entornos violentos. Sin una estructura familiar sólida, los adolescentes buscan pertenecer en los lugares equivocados.

Hoy en día, muchos adultos parecen estar más enfocados en sí mismos —en lo que “se merecen”, lo que “no pudieron hacer de jóvenes” o en alcanzar la versión idealizada de sí mismos— y se olvidan de la enorme responsabilidad que tienen sobre sus hijos. En ese intento por “ser el pana” y convertirse en los mejores amigos de sus hijos, muchos padres han dejado de ejercer el rol más importante: ser padres. El tiempo de calidad se ha convertido en jangueo sin balance, y esa dinámica termina siendo una montaña rusa emocional que luego nadie puede detener.

El papel de la educación en la formación emocional

No se trata únicamente de que las escuelas enseñen Matemáticas o Español. Hoy más que nunca es indispensable que los currículos incluyan educación emocional, resolución de conflictos y gestión de emociones.

Cuando estos temas no se trabajan, los jóvenes reaccionan desde la impulsividad. Y la violencia se convierte en una reacción “normal” ante el desacuerdo.

El impacto de las redes sociales

Las redes pueden unir, pero también pueden destruir.
El odio, el bullying y la humillación pública se viralizan sin filtro, alimentando una cultura de hostilidad. La tragedia de Gabriela mostró cómo ese desprecio por el otro –esa falta total de empatía– puede escalar hasta extremos impensables entre adolescentes.

A esto se suma otro fenómeno igual de preocupante: el consumo masivo de narcoseries y contenidos violentos. Cuando la juventud no tiene contexto para distinguir entre ficción, historia y realidad, corre el riesgo de normalizar conductas que en la vida real tienen consecuencias devastadoras. La idealización de personajes violentos puede generar una falsa percepción de poder o admiración hacia comportamientos destructivos, especialmente cuando no existe una guía adulta que ayude a interpretar lo que están viendo.

La responsabilidad de los adultos

No podemos exigir una juventud empática si no estamos modelando empatía como adultos.

Padres, maestros y líderes comunitarios tenemos una responsabilidad directa en la formación emocional de las nuevas generaciones. No basta con enseñar contenidos. Hay que formar seres humanos capaces de respetar, escuchar y valorar la vida del otro.

Conclusión: un llamado urgente

El asesinato de Gabriela Nicole Pratt debe conmovernos, sí… pero también movilizarnos.
No puede quedar como un episodio que olvidamos en unas semanas.

Es momento de reconstruir nuestros valores, promover la empatía, fortalecer a las familias y exigir una educación que forme en humanidad.

🕯️ Honremos la vida de Gabriela convirtiendo su historia en un punto de inflexión.

El cambio empieza cuando cada uno asume su responsabilidad.